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Introducción – Causas
A menudo el pie se encuentra en constante movimiento, además de estar cubierto por el calzado y los calcetines, lo que provoca que sea una parte del cuerpo en la que el sudor está más presente que en otras. De hecho, el pie posee por si solo más de 250.000 glándulas sudoríparas, sin embargo, esta no tiene por qué ser una condición para que el pie presente mal olor.
La función principal de las glándulas sudoríparas, como su nombre indica, es generar sudor mediante los poros de la piel, con el objetivo de regular la temperatura corporal. Fundamentalmente existen dos tipos de glándulas sudoríparas, las ecrinas y apocrinas. Ambas glándulas producen sudor, que en condiciones normales, está compuesto mayormente por agua y electrolitos, por lo que se trata de un líquido inodoro y estéril.
Sin embargo, cuando el sudor entra en contacto con la piel, provoca que la capa superficial compuesta por queratina se ablande, y seguidamente, las bacterias presentes en nuestra piel (flora cutánea) la descomponen, generando así el mal olor.
Esta es la causa más frecuente del mal olor en los pies, no obstante existen otros motivos, la mayoría desencadenados por el sudor, entre ellos:
- Infecciones por hongos o bacterias. Como hemos comentado en anteriores en otros blogs, la proliferación de ciertos patógenos entre los dedos o la planta del pie, puede llegar a generar mal olor.
- Higiene inadecuada. Generalmente, la escasez de higiene provoca un acumulo de sudoración y humedad, lo cual provoca la proliferación de bacterias y hongos en el pie, que a su vez son los causantes del mal olor.
- Alteraciones hormonales propias de la adolescencia, ya que en esta etapa de la vida el cuerpo experimenta una serie de cambios, provocados principalmente por las constantes variaciones en la concentración de hormonas, las cuales provocan la estimulación de las glándulas sudoríparas. También, el estrés o la ansiedad suelen fomentar el aumento de sudoración.
- Es un tipo de anormal de sudoración, que se caracteriza por ser excesiva y constante, ya que en algunos casos se manifiesta incluso estando el reposo. Suele afectar a varias zonas del cuerpo, como las palmas de las manos, axilas y planta de los pies.
- Calzado o calcetines inadecuados, generalmente fabricados con materiales sintéticos que no favorecen la correcta transpiración del pie.
- Enfermedades sistémicas, como patologías que afecten al hígado, riñones o alteraciones hormonales.
- Abuso de sustancias tóxicas, como el alcohol o incluso ciertos tipos de alimentos o de medicación.
Tratamiento y prevención
La elección del tratamiento irá en función del factor que esté provocando el mal olor en el pie, pero en líneas generales, realizando una serie de medidas sencillas el problema suele desparecer. Es conveniente mantener estas pautas, también a nivel preventivo:
- Llevar a cabo una higiene diaria del pie, evitando la acumulación de humedad y sudor, secándolos debidamente, especialmente en los espacios entre los dedos.
- No utilizar en exceso calzado y calcetines de materiales sintéticos que dificulten la transpiración del pie. Es preferible utilizar materiales de origen natural (algodón, lana, etc.).
- Especialmente si existe tendencia a la excesiva sudoración, es aconsejable emplear jabón desinfectante diariamente, polvos de talco, desodorante y cambiar los calcetines más de una vez al día.
- Acudir a la consulta podológica si el olor persiste, aparecen síntomas como picor o escozor, o si presenta lesiones en la piel, ya que en el caso de presentar una infección superficial por bacteria u hongo, será necesario comenzar una terapia farmacológica para resolverlo debidamente.
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