La fractura de tibia es una lesión habitual que suele darse en el mundo del deporte, ya sea por traumatismo directo o indirecto.
En primer lugar, es necesario conocer la anatomía de la tibia antes de profundizar en esta lesión. La tibia es un hueso fundamental en articulaciones como la rodilla o el tobillo. En la rodilla, la parte más proximal de la tibia, conocida como meseta tibial, articula con el fémur formando la articulación femorotibial. De igual manera, en el tobillo forma la articulación tibioperoneoastragalina junto al peroné y el astrágalo.
Por ello, el proceso de rehabilitación tras una fractura de tibia debe enfocarse en el trabajo global del miembro inferior, principalmente en la rodilla y el tobillo.
En este post abordaremos las fracturas del tercio distal de la tibia, las cuales afectan en muchas ocasiones al maléolo medial del tobillo.
Como hemos comentado anteriormente, la fractura de la tibia se puede producir por un traumatismo directo o indirecto.
La lesión por traumatismo directo suele darse más habitualmente en deportes de contacto como el fútbol, el rugby o deportes de lucha. La fractura de forma indirecta puede darse también en deportes individuales y sin contacto, donde un mal apoyo puede derivar en una fractura, habitualmente del maléolo medial. (1)
Otra posibilidad sería la fractura de tibia por estrés, las cuales ocurren a causa de cargas o impactos repetitivos que generan microfracturas, las cuales pueden llegar a fusionarse y terminar generando una fractura en la cortical del hueso. Este tipo de fracturas suele ser más propio de deportes de carrera. Un elevado índice de masa corporal, bajo nivel de actividad física, aumento súbito del volumen o la intensidad del entrenamiento o haber sufrido una fractura por estrés anteriormente son factores de riesgo que aumentan la probabilidad de sufrir este tipo de fracturas en la tibia. (1)
Diagnóstico
Como en cualquier otra fractura, el diagnóstico se realizará a través de radiografía (Rx) o resonancia magnética (RMN), principalmente.
En muchas ocasiones, como por ejemplo en medio de una competición, nos encontraremos con la necesidad de realizar un diagnóstico diferencial pie de campo para saber si nuestro paciente y/o deportista ha sufrido un esguince o si bien se trata de una fractura y es necesario derivarle a los servicios médicos de urgencia para confirmar la hipótesis de la posible fractura.
Para ello, disponemos de las reglas de Ottawa, las cuales consisten en un cuestionario de evaluación de tobillo y pie, tanto para la cara lateral como la cara medial del tobillo. En el caso de la fractura de tibia, nos interesaría la sintomatología de la cara medial ya que, como hemos explicado anteriormente, la tibia forma el maléolo medial del tobillo.(2)
Según las reglas de Ottawa, debemos derivar a nuestro paciente para que se le realice una radiografía de tobillo si presenta (2):
Dolor a la palpación de los 6cm distales del borde posterior o extremo del maléolo lateral.
Dolor a la palpación de los 6cm distales del borde posterior o extremo del maléolo medial.
Incapacidad de mantener el peso corporal inmediatamente tras la lesión y en el servicio de urgencias (pedirle al paciente que intente caminar cuatro pasos).
De igual forma, habría que derivarle para una radiografía de medio pie si presenta:
Dolor a la palpación de la base del quinto metatarsiano.
Dolor a la palpación del navicular.
Incapacidad de mantener el peso corporal inmediatamente tras la lesión y en el servicio de urgencias (pedirle al paciente que intente caminar cuatro pasos)
Tratamiento
¿Es necesaria la cirugía?
Aunque en numerosas ocasiones se opta por el tratamiento quirúrgico mediante osteosíntesis, la evidencia actual nos indica que el tratamiento óptimo para las fracturas del maléolo medial no está del todo claro. Esto se debe a que existe evidencia que demuestra que el tratamiento no quirúrgico de las fracturas de la tibia bien reducidas puede dar lugar a resultados equivalentes al tratamiento quirúrgico con fijación interna, pero sin la morbilidad asociada con la cirugía.(3)
En pacientes con una conminución grave de la fractura, mala calidad ósea o tejidos blandos vulnerables, deberíamos cuestionarnos la necesidad de intervenir una fractura tibial bien reducida, especialmente en pacientes de edad avanzada. Si hay presencia de mala calidad ósea y la fractura de la tibia está desplazada, debe considerarse la fijación bicortical.(3)
En cualquier caso que conlleve tratamiento quirúrgico, la «zona de seguridad» del maléolo medial debe respetarse para reducir el riesgo de lesión iatrogénica del tendón tibial posterior.(1,3)
Se lleve a cabo o no el tratamiento quirúrgico, tras una fractura de tibia habrá un periodo de inmovilización, e incluso desde ese mismo instante la fisioterapia puede ayudar a mejorar. Por ejemplo, se ha demostrado que el entrenamiento de la extremidad contralateral ayuda a disminuir la pérdida de fuerza y masa muscular del miembro lesionado, siempre y cuando se aplique la dosis correcta de ejercicio. (4)
Por otro lado, la imaginería motora, la observación de acciones, la terapia espejo ayudan a mejorar la fuerza muscular, la velocidad y la precisión del movimiento y la variabilidad en la realización de la tarea; todo ello gracias a su capacidad para generar neuroplasticidad.(4)
Una vez superado el proceso de inmovilización, se realizará movilización temprana, tanto pasiva como activa, para comenzar con la ganancia de movilidad. De igual forma, se debe trabajar ejercicio de fuerza y estabilidad, siempre individualizado para cada paciente según la tolerancia y la fase en la que se encuentre su rehabilitación.
Por ejemplo, en estadíos iniciales en los que el paciente no tolere cargas elevadas, el trabajo de hidroterapia en piscina y el entrenamiento con restricción del flujo son herramientas muy útiles para la ganancia de movilidad, fuerza y masa muscular en estas primeras etapas.
Una vez finalizado el proceso de rehabilitación, será necesario realizar un buen proceso de readaptación deportiva y para asegurar un buen return to training y posteriormente un return to play con el mínimo riesgo posible de recidiva.
En Premium Health & Sport contamos con un gran equipo multidisciplinar e instalaciones acuáticas para abordar lesiones como la fractura de tibia y acompañar al paciente desde el minuto uno de la lesión hasta su vuelta a la actividad deportiva.
BIBLIOGRAFÍA
Kaiser PB, Guss D, Digiovanni CW. Stress Fractures of the Foot and Ankle in Athletes. Foot Ankle Orthop. 2018;
Bachmann LM, Kolb E, Koller MT, Steurer J, Riet G. Accuracy of Ottawa ankle rules to exclude fractures of the ankle and mid-foot : systematic review. Br Med J. 2003;1–7.
Carter TH, Duckworth AD, White TO. Medial malleolar fractures. Bone Jt J. 2019;512–21.
Ruffino C, Papaxanthis C, Lebon F. NEURAL PLASTICITY DURING MOTOR LEARNING WITH MOTOR IMAGERY PRACTICE : REVIEW AND PERSPECTIVES. Neuroscience [Internet]. 2016;(November).
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